Me llamo Patricia y tengo 54 años.
En este momento tenemos junto a mi marido una empresa que se dedica a material de comunicación en el punto de venta (POP). Él realiza la parte comercial, y yo manejo la Administración
Hice muchas cosas:
A los 18 años empecé a trabajar en un Banco, a los 20 me tomaron en una empresa como Secretaria Bilingüe. Allí estuve un par de años. Trabajé en Mar del Plata y en Buenos Aires como organizadora de Congresos y Convenciones, siempre en relación de dependencia.
Desde 1983 hasta 2002 trabajé en un laboratorio multinacional como Secretaria Ejecutiva, como Asistente de Marketing y finalmente como Visitadora Médica.
En el 2002 decidí irme del laboratorio por propia voluntad, debido a la situación del país y recibiendo la indemnización doble que se otorgaba en ese momento. Fue una decisión muy difícil, pero lo que me motivó fue que tenía una hipoteca de mi casa (con lo que me pagaban podía saldarla), y que estaban echando al 30% de la Compañía. Tuve miedo, dejaba de tener un lugar de pertenencia, en el que había trabajado casi 25 años.
La primera sensación fue de libertad, y la segunda, fue la de extrañar una rutina (aunque parezca mentira).
En principio, comencé a trabajar como vendedora free-lance de material POP. Tenía la metodología de haber trabajado en una empresa multinacional, experiencia que me sirvió muchísimo.
Al mismo tiempo, estudié Tecnicatura en Turismo en la Universidad de Palermo.
Cuando me recibí, mi marido renunció a su trabajo y decidimos crear nuestra propia empresa.
Desde que dejé la relación de dependencia formal (no considero ser vendedora free lance como una relación de dependencia, ya que yo manejaba mis tiempos), perdí y gané varias cosas.
En estos últimos 10 años tuve que aprender a ser mi propia jefa, y también a ponerme límites. Creo que esto último es un tema de personalidad. Cuando hago algo, lo hago con pasión, y no siempre sé cuándo cortar. También es cierto que me tomo ciertas licencias, y manejo mis horarios sin pedirle permiso a nadie.
Perdí la tranquilidad de tener una estructura atrás, en la que me sentía protegida.
Gané ser dueña de mis decisiones.
No sé qué le diría a alguien en esta situación, ya que creo que la motivación es lo que realmente define el cambio. Es decir, no es lo mismo dejar una Compañía para seguir la vocación propia, que el hecho de ser despedido, o tomar la decisión porque económicamente es conveniente. Y también tiene que ver con el tema de la personalidad.
En mi caso particular, yo necesité “inventarme una rutina”, no importa cuál, motivada por el deseo y de las cosas que siempre quise hacer porque no tenía tiempo, tal como estudiar, hacer yoga, algún taller de arte, etc.
Lo que si sé es que, si puedo sostenerlo, no volvería atrás.
